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Operación Sarkozy: Cómo la CIA puso uno de sus agentes en la presidencia de la República Francesa



Cansados de los larguísimos reinados de los presidentes Francois Mitterrand y de Jacques Chirac, los franceses eligieron a Nicolás Sarkozy con la esperanza de la energía de este último lograra revitalizar al país. Esperaban acabar así con años de inmovilismo y de ideologías obsoletas. Lo que obtuvieron fue una ruptura con los principios fundamentales de la nación francesa y ahora se han quedado estupefactos ante este «hiperpresidente», que todos los días embiste contra un nuevo asunto, que succiona a la derecha y a la izquierda, que trastoca todos los puntos de referencia sembrando así la confusión total.

Como niños que han hecho una gran travesura, los franceses están hoy demasiado ocupados buscando cómo disculparse como para tener tiempo de reconocer su propia ingenuidad y la envergadura de los daños. Y también se niega a hacer algo que tenían que haber hace mucho tiempo: admitir quién es realmente Nicolás Sarkozy.

Es verdad que estamos hablando de un hombre muy hábil. A la manera de un ilusionista, ha logrado desviar la atención del público hacia su vida privada, ofreciéndola como espectáculo y posando en las revistas de sociedad hasta hacer olvidar su trayectoria como político.

El objetivo de este artículo no es reprocharle a Nicolás Sarkozy sus relaciones familiares, sus amistades o sus relaciones profesionales. Lo que sí le reprochamos es haberle ocultado a los franceses los vínculos que lo atan, cuando sus compatriotas creían, erradamente, que estaban eligiendo a un hombre libre.

Para poder entender cómo fue que un hombre en el que todos ven hoy a un agente de Estados Unidos y de Israel logró convertirse en jefe del partido gaullista [partido fundado por el General Charles De Gaulle, héroe de la Segunda Guerra Mundial] y después en presidente de la República Francesa, es necesario mirar hacia el pasado. Tenemos que abrir un amplio paréntesis para presentar a los protagonistas que hoy están concretando su revancha.

Secretos de familia

En las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, los servicios de inteligencia de Estados Unidos recurren al padrino mafioso italo-estadounidense Lucky Luciano, quien estaba en ese momento en prisión, para garantizar la seguridad de los puertos estadounidenses y preparar el desembarco de los Aliados en Sicilia, estamos en plena Segunda Guerra Mundial, los nazis retroceden en todos los frentes. El responsable de los contactos de Lucky Luciano con los servicios estadounidenses es Frank Wisner Senior. Más tarde, cuando el «padrino» es liberado y se exila en Italia, el encargado de mantener los contactos era su «embajador» Etienne Leandri [1] de origen corso [de la isla de Córcega en el Mediterráneo y departamento francés].

En 1958, Estados Unidos, preocupado ante la posibilidad de la victoria del FLN en Argelia [Frente de Liberación Nacional contra el colonialismo francés], hecho que abriría la puerta a la influencia soviética en el norte de África, decide planificar un golpe de Estado militar en Francia. En la organización de esta operación participan de conjunto la Dirección de Planificación de la CIA –teóricamente bajo la dirección de Frank Wisner Sr.– y la OTAN. Pero Wisner ha sucumbido ya ante la demencia así que quien supervisa el golpe no es otro que su sucesor: Allan Dulles. Desde Argel, un grupo de generales franceses crean un Comité de Salvación Pública, que presiona al poder civil –en París– y lo obliga a otorgar plenos poderes al general De Gaulle, sin tener que recurrir a la fuerza.

Pero Charles De Gaulle no es el peón que los anglosajones esperaban poder manejar. Al principio, De Gaulle trata de resolver la contradicción colonial concediendo una amplia autonomía a los territorios de ultramar en el seno de la Unión Francesa. Pero, es ya demasiado tarde para salvar el imperio francés porque los pueblos han dejado de creer en las promesas de la metrópoli y exigen la independencia. Luego de dirigir exitosamente feroces campañas represivas contra los independentistas, De Gaulle acepta lo que ya resulta evidente. Haciendo gala de una sabiduría política poco común, se decide a conceder la independencia a todas las colonias.

Aquellos que lo habían conducido al poder interpretan este brusco viraje como una traición. La CIA y la OTAN apoyan entonces todo tipo de conspiraciones para eliminarlo, entre ellas un golpe de Estado que fracasa y unos 40 intentos de asesinato. Pero algunos de sus partidarios aprueban su evolución política y crean el SAC, una especie de milicia destinada a protegerlo, milicia creada y dirigida por un tal Charles Pasqua.

Pasqua es simultáneamente truhán corso y ex combatiente de la Resistencia francesa contra los nazis. Casado con la hija de un traficante canadiense que se hizo rico en la época de la Ley Seca, Pasqua dirige la firma Ricard [licores] que, luego de haber comercializado una bebida prohibida –el ajenjo– se hace de una reputación de respetabilidad vendiendo anís. Sin embargo, la firma sigue sirviendo de pantalla para todo tipo de tráficos relacionados con la familia italo-newyorkina de los Genovese –la familia del propio Lucky Luciano. No resulta entonces sorprendente que Pasqua recurra a Etienne Leandri (el «embajador» de Luciano) para reclutar a los esbirros que conformarán la milicia gaullista. Un tercer hombre desempeña también un papel protagónico en la formación del SAC: el ex guardaespaldas de De Gaulle, Achille Peretti –otro corso.

Bajo esa protección, De Gaulle traza con elegancia una política de independencia nacional. Confirma su permanencia en el bando atlántico a la vez que pone en tela de juicio el liderazgo anglosajón. Se opone a la entrada del Reino Unido en el Mercado Común Europeo (1961 y 1967); rechaza el despliegue de las tropas de la ONU en el Congo (1961); estimula a los Estados latinoamericanos a liberarse del imperialismo estadounidense (discurso de México, en 1964); expulsa a la OTAN de Francia y se retira del Comando Integrado de la Alianza Atlántica (1966); denuncia la guerra de Vietnam (discurso de Phnon Penh, Camboya en 1966); condena el expansionismo israelí durante la guerra de Seis Días (1967); se pronuncia a favor de la independencia de Québec (discurso de Montreal, en 1967); etc.

Simultáneamente, De Gaulle consolida el poderío de Francia al dotarla de un complejo militaro-industrial que incluye la fuerza de disuasión nuclear y garantizando su aprovisionamiento energético. A los incómodos «amigos» corsos, los aleja de su entorno confiándoles misiones el extranjero. Etienne Leandri se convierte así en el corredor del grupo ELF (conocido hoy como Total, principal grupo petrolero privado francés y cuarto en el mundo después de Exxon Mobil, Shell et BP), mientras que Charles Pasqua se convierte en el hombre de confianza de los jefes de Estado del África francófona.

Consciente de que no puede desafiar a los anglosajones en todos terrenos a la vez, De Gaulle se alía con la familia Rothschild. Designa como primer ministro al apoderado del banco Rothschild, Georges Pompidou. Ambos forman un eficaz equipo. La audacia política de De Gaulle no pierde nunca de vista el realismo económico de Pompidou.

Al dimitir De Gaulle, en 1969, Georges Pompidou ocupa brevemente la presidencia antes de morir víctima de un cáncer. Los gaullistas históricos no admiten el liderazgo de Pompidou y se inquietan de su tendencia anglófila. Lo denuncian como traidor cuando Pompidou, con el apoyo del secretario general de la presidencia francesa Edouard Balladur, permite la entrada de «la pérfida Albión» [2] en el Mercado Común Europeo.

La fabricación de Nicolás Sarkozy

Después de describir la escenografía, volvamos a nuestro personaje principal: Nicolás Sarkozy. Nacido en 1955, es hijo de un noble húngaro, Pal Sarkosy de Nagy-Bocsam, que llegó a Francia huyendo del Ejército Rojo, y de Andrée Mallah, judía proveniente en Tesalónica [Grecia]. Después de tener tres hijos (Guillaume, Nicolás y Francois), la pareja se divorcia. Pal Sarkosy de Nagy-Bocsa se casa de nuevo con Christine de Ganay, una aristócrata con la que tendrá dos hijos (Pierre-Olivier y Carolina). En vez de ser educado solamente por sus padres, Nicolás se verá sometido a los vaivenes de esta familia «reconstruida».

Su madre se convierte en secretaria de Achille Peretti. Después participar como cofundador en la creación del SAC, el guardaespaldas de De Gaulle había hecho una brillante carrera política. Resultó electo diputado y alcalde de Neuilly-sur-Seine, el más rico suburbio de París, y más tarde, presidente de la Asamblea Nacional.

Sin embargo, en 1972 Achille Peretti enfrenta graves acusaciones. La revista Time revela en Estados Unidos la existencia de una organización criminal secreta, «la Unión Corsa» que controla gran parte del tráfico de estupefacientes entre Europa y Estados Unidos. Se trata de la celebre «french connection» que Hollywood llevará posteriormente a la pantalla. Basándose en audiencias del Congreso y en sus propias investigaciones, Time menciona el nombre de un jefe mafioso, Jean Ventura, arrestado en años anteriores en Canadá y que no es otra cosa que el delegado comercial de Charles Pasqua en la firma Ricard. Se mencionan los nombres de varias familias como dirigentes de la «Unión Corsa», entre ellas el de la familia Peretti. Achille desmiente, pero se ve obligado a renunciar a la presidencia de la Asamblea Nacional francesa y sobrevive incluso a un «suicidio».

En 1977, Pal Sarkosy de Nagy-Bocsa se separa de su segunda esposa, Christine de Ganay, quien establece entonces una relación con el segundo hombre más importante de la administración central del Departamento de Estado estadounidense. Christine de Ganay se casa con él y se instala en Estados Unidos. El mundo es tan pequeño, cosa harto conocida, que su marido resulta ser nada más y nada menos que Frank Wisner Junior, hijo del anterior Frank Wisner. Aunque no se sabe cuáles eran las funciones de Frank Wisner Junior en el seno de la CIA, está claro que desempeña un papel importante. Nicolás, que se mantiene muy cerca de su madrastra, de su medio hermano y de su media hermana, comienza a volverse hacia Estados Unidos, donde participa en programas de formación que organiza el Departamento de Estado Norteamericano.

Durante este mismo período, Nicolás Sarkozy se une al partido gaullista. Allí se relaciona rápidamente con Charles Pasqua, quien no sólo es un líder a nivel nacional sino además el responsable de la sección departamental de Hauts-de-Seine.

En 1982, al terminar sus estudios de derecho y siendo ya miembro del colegio de abogados, Nicolás Sarkozy se casa con la hija de Achille Peretti. Charles Pasqua asiste a la boda como testigo del novio. El abogado Sarkozy defiende los intereses de los amigos corsos de sus mentores. Adquiere una propiedad en Córcega, en Vico, y estudia incluso la posibilidad de reemplazar la «y» de su apellido por una «i» para darle una consonancia corsa.

Al año siguiente, Nicolás Sarkozy resulta electo alcalde de Neuilly-sur-Seine, reemplazando a su tío político Achille Peretti, víctima de una crisis cardiaca.

Pero Nicolás no tarda en traicionar a su esposa y, a partir de 1984, sostiene una relación clandestina con Cecilia, esposa de Jacques Martín, el más conocido de los animadores de la televisión francesa de aquel entonces, a quien había conocido cuando los casó, en el ejercicio de sus funciones como alcalde de Neuilly. Esa doble vida durará 5 años antes de que los amantes abandonen a sus respectivos cónyuges para fundar una nueva familia.

En 1992, Nicolás actúa como testigo en el casamiento de la hija de Jacques Chirac, Claudia, con un editorialista del diario francés Le Figaro. Incapaz de contenerse, seduce a Claudia y sostiene una breve relación con ella mientras que sigue viviendo oficialmente con Cecilia. El marido engañado se suicida utilizando drogas. La ruptura entre la familia Chirac y Nicolás Sarkozy es brutal e irreversible.

En 1993, la izquierda francesa pierde las elecciones legislativas. El presidente Francois Mitterrand se niega a dimitir y comienza la cohabitación con un primer ministro de derecha. Jacques Chirac, que ambiciona la presidencia y planea entonces formar con Edouard Balladur un dúo comparable al de De Gaulle y Pompidou, se niega a asumir de nuevo el cargo de primer ministro y cede el paso a su «amigo de 30 años», Edouard Balladur. A pesar de su turbulento pasado, Charles Pasqua se convierte en ministro del Interior. Mientras conserva el control de la marihuana proveniente de Marruecos, aprovecha su cargo para legalizar sus otras actividades tomando el control de casinos y de actividades como el juego y las carreras en los países de África de habla francesa, las antiguas colonias. También establece nexos en Arabia Saudita e Israel y se convierte en oficial honorario del Mossad [el servicio de espionaje israelí]. Nicolás Sarkozy, mientras tanto, es ministro del Presupuesto y portavoz del gobierno.

En Washington, Frank Wisner Junior se convierte en sucesor de Paul Wolfowitz [3] como responsable de la planificación política en el Departamento de Defensa. Nadie se fija o se da cuenta en los lazos que lo unen al vocero del gobierno francés.

Reaparece entonces en el seno del partido gaullista la tensión que ya se había vivido 30 años antes entre los gaullistas históricos y la derecha financiera que representa Balladur. La novedad es que Charles Pasqua, y junto a él el joven Nicolás Sarkozy, traicionan a Jacques Chirac para acercarse de la corriente de Rothschild. Todo degenera. El conflicto alcanzará su apogeo en 1995, cuando Edouard Balladur se presenta como candidato a la presidencia de la República Francesa contra su ex amigo Jacques Chirac, y resulta derrotado. Lo más importante es que, siguiendo las instrucciones de Londres y Washington, el gobierno de Balladur abre las negociaciones para la entrada de los Estados de Europa Central y Oriental, ya liberados de la tutela soviética, en la Unión Europea y la OTAN.

Reina la discordia en el seno del partido gaullista, donde los amigos de ayer están ahora dispuestos a matarse entre sí. Para financiar su propia campaña electoral, Edouard Balladur trata de apoderarse de la «caja negra», es decir, las reservas secretas del partido gaullista, que se esconde bajo la doble contabilidad de la empresa petrolera ELF. A penas muerto el viejo Etienne Leandri, los jueces ordenan un registro en la empresa y sus dirigentes son encarcelados. Pero Balladur, Pasqua y Sarkozy nunca lograrán recuperar el botín.

La caída en desgracia

A lo largo de su primer mandato Jacques Chirac mantiene a distancia a Nicolás Sarkozy. Este último se mantiene en silencio durante este período de caída en desgracia. Muy discretamente, sigue cultivando sus relaciones con los círculos financieros.

En 1996, al cabo de un largo proceso de divorcio, Nicolás Sarkozy se casa con Cecilia. Los testigos de la boda son los millonarios Martín Bouygues y Bernard Arnaud (el hombre más rico de Francia).

Último acto

Mucho antes de la crisis iraquí, Frank Wisner Junior y sus colegas de la CIA planifican ya la destrucción de la corriente gaullista y el ascenso de Nicolás Sarkozy. La operación se desarrolla en tres tiempos: Primeramente, eliminación de la dirección del partido gaullista y toma del control de su aparato. Después, eliminación del principal rival de derecha e investidura del partido gaullista a la elección presidencial. Y finalmente, eliminación de todo contendiente serio de izquierda, para garantizar que la elección de Nicolás Sarkozy a la presidencia de la República Francesa.

La operación se desarrolla de la siguiente manera. Durante varios años, la prensa comercial mantiene pendiente una serie de revelaciones póstumas de un promotor inmobiliario. Antes de morir de una grave enfermedad, este hombre, por razones que nunca se han aclarado, grabó una confesión en video. Por alguna razón aún más oscura, el «video» fue a dar a manos de un jerarca del Partido Socialista, Dominique Strauss-Kahn [4] , quien lo envía directamente a la prensa.

Las confesiones de este individuo no dan a lugar a ninguna sanción judicial, pero abren la caja de Pandora. La principal víctima de los sucesivos escándalos será el primer ministro Alain Juppé. Para proteger a Chirac, Juppé asume él solo la responsabilidad por todas las infracciones penales. Al ser marginado Juppé, queda libre el camino para que Nicolás Sarkozy logre ponerse a la cabeza del partido gaullista.

Sarkozy explota entonces su posición para obligar a Jacques Chirac a reintegrarlo al gobierno, a pesar del odio recíproco. Se convierte, en definitiva, en ministro del Interior. ¡Grave error! Desde ese cargo, Sarkozy controla a los prefectos y utiliza a la policía política para penetrar las principales instituciones administrativas.

También se ocupa de los asuntos referentes a Córcega. El prefecto Claude Erignac ha sido asesinado. Aunque nadie reclama la autoría del crimen, inmediatamente se interpreta este como un desafío de los independistas corsos hacia la República. Al cabo de una larga persecución, la policía logra arrestar a un sospechoso fugitivo, Yvan Colonna, hijo de un diputado socialista. Pasando por alto el principio de presunción de inocencia, Nicolás Sarkozy anuncia el arresto acusando al sospechoso de ser el asesino. La oportunidad la pintan calva y sólo faltan dos días para la realización del referendo que el ministro del Interior organiza en Córcega para modificar el estatus de la isla. A pesar de todo, los electores rechazan el proyecto de Sarkozy que, según algunos, favorece los intereses de los mafiosos.

Aunque Yvan Colonna fue posteriormente encontrado culpable, lo cierto es que él siempre ha proclamado su inocencia y que no se encontraron pruebas materiales en su contra. Extrañamente, el hombre se refugió en el silencio, prefiriendo ser condenado antes que revelar lo que sabe.

Revelamos aquí que el prefecto Erignac no fue víctima de los nacionalistas sino que fue abatido por un asesino a sueldo, Igor Pecatte, que fue llevado inmediatamente a Angola, donde el grupo ELF lo contrató como miembro de su cuerpo de seguridad. El móvil del crimen tenía que ver precisamente con las anteriores funciones del propio Erignac, responsable de las redes africanas de Charles Pasqua en el ministerio de la Cooperación. En cuanto a Yvan Colonna, se trata de un amigo personal de Nicolás Sarkozy desde hace décadas y sus hijos mantenían relaciones.

Estalla entonces un nuevo escándalo. Comienzan a circular listados falsos que acusan a varias personalidades de tener cuentas bancarias en Luxemburgo, en el banco Clearstream. Entre los acusados se encuentra Nicolás Sarkozy. Este presenta una denuncia y da por sentado que su rival de derecha en la elección presidencial, el entonces primer ministro Dominique de Villepin es el organizador de la maniobra. Y no esconde su intención de llevarlo a prisión.

En realidad, los falsos listados fueron puestos en circulación por miembros de la Fundación franco-americana, que tiene como presidente a John Negroponte y como administrador a Frank Wisner Junior. Lo que los jueces no saben, y que nosotros revelamos aquí, es que los listados fueron fabricados en Londres por un oficina común de la CIA y del MI6, Hakluyt & Co., administrada también por Frank Wisner Junior.

Villepin se defiende de las acusaciones que se le atribuyen, pero se ve sometido a una investigación y a un arresto domiciliario y, de hecho, es puesto temporalmente al margen de la vida política. Vía libre para Sarkozy, por el lado de la derecha.

Queda entonces neutralizar las candidaturas de oposición. Las cuotas de adhesión al Partido Socialista se reducen a un nivel simbólico, para atraer nuevos militantes. De pronto, miles de jóvenes se enrolan en esa organización. Por lo menos 10,000 de estos nuevos militantes son en realidad miembros del Partido Trotskista «lambertista» (en referencia al nombre de su fundador, Pierre Lambert). Históricamente esta pequeña organización de extrema izquierda se ha puesto al servicio de la CIA contra los comunistas estalinianos durante la época de la guerra fría (Se trata del equivalente del SD/USA de Max Shatchman, que formó a los neoconservadores en Estados Unidos). No es la primera vez que los «lambertistas» se infiltran en el Partido Socialista. Anteriormente, ya habían introducido en esa organización dos célebres agentes de la CIA: Lionel Jospin [5] (que se convirtió en primer ministro) y Jean-Christophe Cambadelis, el principal consejero de Dominique Strauss-Kahn .

Se organizan elecciones primarias en el seno del Partido Socialista con vista a la designación de su candidato a la elección presidencial. Dos personalidades participan en la competencia: Laurent Fabius y Segolene Royal. Pero sólo el primero representa un peligro para Sarkozy. Dominique Strauss-Kahn se suma entonces a la competencia con la misión de eliminar a Fabius en el último momento. Y lo logrará gracias a los votos de los «lambertistas» infiltrados, que no votarán por él sino por Royal.

La operación se hace posible porque Strauss-Kahn, de origen judío-marroquí, se encuentra desde hace tiempo en la nómina de Estados Unidos. Los franceses ignoran que imparte clases en la universidad estadounidense de Stanford, donde fue contratado nada más y nada menos que por Condoleezza Rice.

Inmediatamente después de su llegada a la presidencia, Nicolás Sarkozy y Condoleezza Rice concretarán su agradecimiento a Strauss-Kahn haciendo posible su elección para asumir la dirección del Fondo Monetario Internacional.

Primeros días en el Palacio del Elíseo

En la noche de la segunda vuelta de la elección presidencial, cuando los institutos de sondeos anuncian su probable victoria, Nicolás Sarkozy pronuncia un breve discurso dirigido a la nación desde su cuartel general de campaña. Luego, contrariamente a todo lo acostumbrado, en vez unirse a la celebración con los militantes de su partido, se va al Fouquet’s. Este célebre restaurante de los Campos Elíseos, antiguo centro de reunión de la «Unión Corsa» y hoy perteneciente al propietario de casinos Dominique Desseigne, fue puesto enteramente a la disposición del presidente electo para que este recibiera a sus amigos y principales donantes [de fondos] a su campaña. Llegan allí un centenar de invitados, entre ellos los hombres más ricos de Francia se codean con los dueños de casinos.

Después, el presidente se otorga a sí mismo unos días de merecido descanso. Un jet privado Falcón-900 lo lleva a la isla de Malta donde descansa en el Paloma, el yate de 65 metros de eslora de su amigo Vincent Bolloré, millonario formado en el banco Rothschild.

Finalmente, tiene lugar la investidura de Nicolás Sarkozy como presidente de la República Francesa. Lo primero que hace no es firmar un decreto de amnistía sino autorizar los casinos de sus amigos Desseigne y Partouche a aumentar la cantidad de tragamonedas.

Sarkozy conforma su equipo de trabajo y su gobierno. No resulta sorprendente encontrar en ellos a un sospechoso propietario de casinos (el ministro de Juventud y Deportes) y al cabildero de los casinos del amigo Desseigne (que se convierte en vocero del partido «gaullista»).

Nicolas Sarkozy se apoya principalmente en cuatro personas:

- Claude Guéant, secretario general de la Presidencia de la República. Es socio-gerente del banco Rothschild.

- Jean-David Lévitte, consejero diplomático. Hijo del ex director de la Agencia Judía. Fue embajador de Francia ante la ONU, hasta que Jacques Chirac lo sacó de ese puesto por considerarlo demasiado cercano a George Bush.

- Alain Bauer, el hombre que se mueve en la sombra. Su nombre no aparece en los anuarios. Es el encargado de los servicios de inteligencia. Nieto del Gran Rabino de Lyón, ex miembro del Grand Orient de France (la principal logia masónica francesa) y ex número 2 de la National Security Agency estadounidense en Europa.

Frank Wisner Junior., nombrado entretanto como enviado especial del presidente Bush para la independencia de Kosovo, insiste para Bernard Kouchner [6] sea nombrado ministro de Relaciones Exteriores con una doble misión prioritaria: la independencia de Kosovo y la liquidación de la política de Francia en el mundo árabe.

Kouchner, judío de origen báltico, comenzó su carrera participando en la creación de una ONG humanitaria. Gracias al financiamiento de la National Endowment for Democracy participó en las operaciones de Zbigniew Brzezinski en Afganistán, junto a Osama Ben Laden y los hermanos Karzai, contra los soviéticos. En los años 1990 aparece junto a Alija Izetbegovic, en Bosnia Herzegovina. Fue Alto Representante de la ONU en Kosovo de 1999 a 2001.

Bajo el control del hermano menor del presidente Hamid Karzai, Afganistán se ha convertido en el primer productor mundial de adormidera [también llamada amapola]. El látex blanco que se obtiene de esta planta es procesado en Afganistán para convertirlo en heroína que la fuerza aérea estadounidense transporta posteriormente a Camp Bondsteed (en Kosovo). Allí los hombres de Hacim Thaci se encargan de la distribución, principalmente en Europa y eventualmente en Estados Unidos. Los fondos que se obtienen se destinan al financiamiento de las operaciones ilegales de la CIA.

Karzai y el propio Thaci son desde hace mucho amigos personales de Bernard Kouchner, que seguramente nada sabe de las actividades criminales de estos a pesar de los informes internacionales a los que estas han dado lugar.

Para completar su gobierno, Nicolás Sarkozy nombra a Christine Lagarde como ministro de Economía y Finanzas. Esta hizo toda su carrera en Estados Unidos, donde dirigió el prestigioso gabinete de juristas Baker & McKenzie. En el seno del Center for International & Strategic Studies de Dick Cheney, Christine Lagarde fue copresidente –junto con Zbigniew Brzezinski– de un grupo de trabajo que supervisó las privatizaciones en Polonia. También organizó, trabajando para Lockheed Martin, un intenso cabildeo contra el fabricante francés de aviones Dassault, constructor de los famosos cazas Mirages.

Nueva escapada durante el verano. Nicolás, Cecilia, la amiga de ambos y sus hijos se van de vacaciones a Estados Unidos, en Wolfenboro, cerca de la propiedad del presidente Bush. Esta vez el que paga la cuenta es Robert F. Agostinelli, un banquero de negocios de Nueva York, sionista y neoconservador de pura cepa que se expresa en Commentary, la revista del American Jewish Committee [Comité Judío-Americano].

El éxito de Nicolás beneficia a su medio hermano Pierre-Olivier. Bajo el nombre americanizado de «Oliver», Frank Carlucci (quien fuera el número 2 de la CIA, luego de ser reclutado por Frank Wisner Senior) lo nombra director de un nuevo fondo de inversiones del Carlyle Group (la sociedad que gestiona simultáneamente las carteras de acciones de la familia Bush y de la familia Ben Laden). Convertido el quinto negociante a nivel mundial, administra actualmente las principales cuentas de los fondos soberanos de Kuwait y Singapur.

La tasa de popularidad del presidente Sarkozy está en caída libre en los sondeos. Uno de sus consejeros de relaciones públicas, Jacques Seguela (que también es consultante en comunicación política de la NED para diferentes operaciones de la CIA en Europa Oriental), aconseja desviar la atención del público con nuevas «people stories». El anuncio de su divorcio de Cecilia aparece entonces en Libération, el diario de su amigo Edouard de Rotshchild, para tapar las consignas de los manifestantes en un día de huelga general. Peor aún, su comunicador organiza un encuentro con la artista y ex modelo Carla Bruni. Días después, se oficializa su relación con el presidente y la propaganda mediática tapa de nuevo las críticas políticas. Semanas más tarde se produce el tercer matrimonio de Nicolás. Esta vez escoge como testigos a Matilde Agostinelli (la esposa de Robert) y a Nicolas Bazire, ex director del gabinete de Edouard Balladur, convertido en socio-gerente del banco Rothschild.

¿Cuándo abrirán los ojos los franceses para ver lo que tienen que hacer?



[1] En Europa y en los EEUU, Leandri era el representante de Lucky Luciano, quien en prisión no podía viajar. Como Lucky Luciano reinaba en el imperio del crimen, él llamaba a Leandri su «embajador».

[2] Pérfida Albión es una expresión anglófoba utilizada para referirse al Reino Unido en términos hostiles. Fue acuñada por el poeta y diplomático francés de origen español Agustín Louis Marie de Ximénèz (1726-1817) en su poema L´ere des Français (publicado en 1793), en el que animaba a atacar a "la pérfida Albión" en sus propias aguas.

[3] Uno de los halcones neoconservadores y principales de la administración Bush, ex presidente del Banco Mundial, obligado a la demisión por nepotismo.

[4] Dominique Strauss-Kahn, uno de los principales líderes históricos del Partido Socialista Francés, traiciona a los suyos, apoya a Nicolás Sarkozy y es nombrado Presidente del FMI (Fondo Monetario Internacional).

[5] Lionel Jospin, otro líder histórico del Partido Socialista Francés.

[6] Bernard Kouchner, miembro del Partido Socialista Francés, traicionó a sus correligionarios aceptando el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Nicolás Sarkozy.

 

Intifada en Beirut
¿Logrará Estados Unidos empujar al Hezbollah a un error?

Los enfrentamientos de Beirut no son lo que parece. Estados Unidos facilitó que tuvieran lugar con la esperanza de inducir al Hezbollah a matar a los principales líderes del gobierno, ya que sólo una matanza pudiera justificar una intervención de la OTAN. Sin embargo, la Alianza Nacional demostró la mayor moderación y se abstuvo de atacar el palacio de gobierno. Buscando cómo reactivar los enfrentamientos, el primer ministro de facto denunció a las dos únicas personalidades que, según el consenso general, pudieran emprender una negociación y llamó a una contrahuelga general que puede dar lugar a nuevos excesos.



La sede de Futur TV (la televisión privada de la familia Hariri) fue saqueada por los manifestantes.
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En sólo tres días (7, 8 y 9 de mayo de 2008), se produjo una redistribución total de las cartas en el Líbano. Según la propaganda de la OTAN que tanto nos remachan las agencias de prensa occidentales, el Hezbollah organizó un golpe de Estado y tomó el control de Beirut Oeste. El problema es que dicha versión se desmorona en un segundo si se analizan con cuidado las informaciones que transmiten esas mismas agencias de prensa.

En primer lugar, el Hezbollah libró breves combates contra algunos intereses de la familia Hariri en Beirut Oeste pero se retiró inmediatamente, dejándole el control de la zona al ejército libanés. Por consiguiente, el Hezbollah no tomó el control de la ciudad. En segundo lugar, un «golpe de Estado» es una toma sorpresiva del poder y el Hezbollah no trató de apoderarse del palacio de gobierno ni de liquidar al equipo gubernamental. Por el contrario, el Hezbollah, al igual que todas las demás fuerzas de la Alianza Nacional, sigue ignorando al gobierno de facto, al que no considera legítimo por no tener base constitucional.

4 años de crisis, con 18 meses de estancamiento

Los hechos de estos tres últimos días son un episodio más del culebrón que comenzó desde que el Congreso de Estados Unidos votó la Syria Accountability and Lebanese Sovereignty Restauration Act, el 15 de octubre de 2003. Dicha ley, que se adoptó aprovechando la coyuntura que favoreció la invasión contra Irak, otorgaba carta blanca al presidente Bush para desencadenar una nueva guerra contra el Líbano y Siria cuando le pareciera conveniente.

En mi libro L’Effroyable imposture 2 y en el sitio Voltairenet.org, describí en su momento los sucesivos planes que elaboró Washington para lograr sus fines y los numerosos episodios políticos y militares de dicho proyecto: el asesinato del ex premier ministro Rafik Hariri en momentos en que se estaba aproximando al Hezbollah, la campaña mediática de mentiras tendiente a responsabilizar a Siria con dicho crimen, las elecciones legislativas fraudulentas, la retirada del ejército sirio del Líbano, la decisión del Pentágono de utilizar al ejército israelí como subcontratista encargado de la guerra, el ataque israelí y la destrucción del sur del Líbano, la victoria militar del Hezbollah, y finalmente el ilegal mantenimiento del gobierno de Siniora en el poder y el estancamiento de la elección del presidente de la República.

Recapitulemos por un momento los episodios anteriores. El 11 de noviembre de 2006, la renuncia de cinco ministros provoca la caída del gobierno en virtud del artículo 95A de la Constitución libanesa. Pero el primer ministro Fouad Siniora decide mantenerse en el poder. La «comunidad internacional» otorga su aval a este putsch viendo en él la única manera de cerrarle el paso a la coalición enbabezada el Hezbollah. Se trata, efectivamente, de una cuestión vital para el imperio anglosajón: un gobierno dirigido por el Hezbollah daría la señal para el comienzo de una serie de revoluciones en el mundo árabe y significaría inevitablemente el fin, no del Estado de Israel sino del régimen sionista que ejerce el poder en Tel Aviv.

Aunque es la única formación que pudiera ejercer el poder de forma legítima dada su victoriosa resistencia ante la invasión israelí y el masivo apoyo popular con el que cuenta, la Alianza Nacional –encabezada por el Hezbollah y la Corriente Patriótica Libre– se abstiene de marchar sobre el palacio de gobierno. En vez de ello, Hassan Nasrallah y Michel Aoun se esmeran en demostrar que pondrán la unidad del Líbano por delante de los intereses partidistas, aunque son mayoría. Esta moderación extrema se explica por el temor a una nueva intervención militar directa o indirecta de Estados Unidos, que no dejaría de utilizar para ello a ciertos partidos políticos minoritarios.

La situación política se ha reflejado en la geografía de Beirut. La familia Hariri instaló dos grandes carpas en la Plaza de los Mártires en el momento de la «revolución del cedro» (efímera versión local de las «revoluciones naranjas» orquestadas por la CIA). La Alianza Nacional estableció por su parte todo un gran campamento que cubre todo el centro de la ciudad y que ofrece una demostración visual de la correlación de fuerzas. El resultado fue que los golpistas [del gobierno de Siniora] se refugiaron en el palacio de gobierno, convertido en una fortaleza rodeada de obstáculos de concreto, de alambradas y blindados.

Esta situación se ha prolongado durante 18 meses, en los que ninguno de los bandos ha perdido el tiempo.
El gobierno de facto, que –contrariamente a lo que afirma la prensa anglosajona– no cuenta con el apoyo de Occidente sino con el de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, se dotó de un aparato de seguridad. Conformó una policía especial pagándole salarios a los milicianos de las Fuerzas Libanesas (partido de extrema derecha del criminal de guerra Samir Geagea) y los manda a entrenarse en Jordania con instructores estadounidenses. Además, la familia Hariri creó varias empresas de seguridad, que en realidad son milicias privadas.

La Alianza Nacional reaprovisionó el arsenal de la resistencia con la ayuda oficial de Irán y la no oficial de Siria, como señala la prensa europea, así como con el discreto y continuo apoyo de dos miembros del Consejo de Seguridad: Rusia y China. El Hezbollah envió jóvenes voluntarios a entrenarse en Irán, con los Guardianes de la Revolución, y construyó una vasta red de líneas de defensa en el sur del Líbano.

Simultáneamente, el Hezbollah ayudó a los demás miembros de la Alianza Nacional a militarizarse y a establecer la coordinación necesaria para garantizar en común la resistencia ante la agresión extranjera. El grupo que dispone de los combatientes más aguerridos, después del Hezbollah, es actualmente el Partido Social Nacionalista Pansirio (PSNS) de Ali Qanso. La prensa occidental finge ignorar la existencia de ese partido que, al definirse como laico, no encaja en el análisis confesional que tanto agrada al pensamiento colonial.

El mandato del presidente de la República, Emile Lahoud (cercano a la Alianza Nacional), llegó a su fin el 23 de noviembre de 2007. Negándose a adoptar la misma actitud de aferrarse al poder que observa el primer ministro Fouad Siniora, Emile Lahoud dejó sus funciones en el momento previsto y respetó el procedimiento democrático.

La elección de su sucesor por parte del Parlamento debe hacerse por mayoría calificada, y por tanto, un acuerdo entre los dos bandos. En realidad, al gobierno de facto no le interesa eso porque la función del presidente es esencialmente honorífica. La única preocupación del gobierno es mantenerse indefinidamente en el poder. La Alianza Nacional, por su parte, enfoca esa elección en el marco de un equilibrio global que comprende un acuerdo sobre la representatividad del próximo gobierno y la delimitación de las circunscripciones legislativas.

En Washington piensan que, debido al poco apoyo popular del gobierno de facto, toda evolución política irá en detrimento de este. Así que Estados Unidos ha incitado a sus repetidores locales a congelar la situación. El estancamiento se ha extendido a todos los órganos constitucionales. En este momento el país se encuentra sin gobierno legítimo, sin tribunal constitucional, sin presidente y sin asamblea legislativa (ya que el único mandato que actualmente tiene el parlamento es para proceder a la elección del presidente). Las instituciones administrativas ya no pueden funcionar. La crisis política dio lugar a una crisis económica.

La miseria va en aumento. La gente sólo logra sobrevivir gracias a la ayuda de los familiares expatriados o con los subsidios de los partidos políticos. En ese contexto, las obras sociales del Hezbollah han venido a llenar el espacio que el debilitamiento del Estado ha ido dejando vacío.

Tres días de combates esporádicos

Esa situación hubiera podido mantenerse durante mucho tiempo más, a pesar de los sufrimientos que implica para la población. Pero la victoria del Hezbollah sobre Israel sigue teniendo efectos en el mundo árabe. Una nueva generación de miembros palestinos de la resistencia, como el Ejército iraquí del Mahdi, se inspiran en su ejemplo. Así que Washington ha planificado algo para ponerle fin.

Como dije en Al-Manar el pasado 18 de abril, el objetivo principal no es aplastar al Hezbollah (lo cual exigiría una guerra de mayor envergadura que la de 2006), sino desacreditar a ese movimiento llevándolo a volver sus armas contra otros árabes. Para ello, Washington ha previsto cínicamente sacrificar a sus principales aliados políticos en el Líbano. Para garantizar que esa operación no degenere en una guerra regional, la CIA eliminó previamente a los dos jefes militares de la Corriente Patriótica Libre y del Hezbollah: Francois el-Hajj (asesinado en Beirut el 12 de diciembre de 2007) e Imad Mugniyeh (asesinado en Damasco el 12 de febrero de 2008).

Veamos los detalles de la operación: en la noche del 25 al 26 de abril de 2008, comandos estadounidenses llegarían al aeropuerto de Beirut y tratarían de eliminar a Hassan Nasrallah. Lo lograran o no, lo importante era que su breve acción sumiera la capital en el caos y llevara a los militantes del Hezbollah a atacar al gobierno de facto y a la familia Hariri. Mientras más sangre corriera más se justificaría una intervención de la OTAN.

El almirante Ruggiero di Biase, comandante de la FINUL marítima (la fuerza de las Naciones Unidas), cambiaría de pronto las banderas de los navíos italianos, franceses y españoles de la Euromarfor y sus hombres desembarcarían en el puerto de Beirut por orden de la alianza atlántica, supuestamente para socorrer a los sobrevivientes del equipo gubernamental. Todo ello iría acompañado de una intensa propaganda sobre la violencia de los chiítas contra los sunnitas y haría perder al Hezbollah el prestigio que mantiene entre las mases árabes. George W. Bush llegaría entonces a Tel Aviv para festejar los 60 años de Israel e invitar a los «Estados árabe moderados» sunnitas a unirse al Estado judío ante el peligro chiíta.

Washington tenía previsto dejar que sus aliados políticos en el Líbano fuesen masacrados y conservar únicamente a sus agentes operativos. Eso significa, sacrificar al primer ministro de facto (Fouad Siniora) y al jefe de la familia Hariri (Saad), conservando nada más que a los hombres-orquesta de la CIA: el líder druso Walid Jumblatt (vicepresidente de la Internacional Socialista) y su brazo derecho, el extremadamente voluble Marwan Hamade (ministro de Telecomunicaciones en el gobierno de facto).

Es en ese contexto que el Hezbollah arrestó, el 26 de abril, al representante del Partido Socialista francés ante la Internacional Socialista en el barrio sur de Beirut. El franco-afgano Karim Paksad estaba tomando fotos justo al lado del lugar donde se encuentra el bunker de Hassan Nasrallah. Según el Hezbollah, que sospechaba que Paksad era un espía implicado en el apoyo logístico a la operación estadounidense tendiente a asesinar a Nasrallah, el hombre era portador de un equipo que permite interceptar comunicaciones telefónicas.

Como la operación comando fue anulada al descubrirse que el Hezbollah había instalado cámaras de vigilancia en el aeropuerto, Walid Joumblatt invirtió la situación acusando a Hassan Nasrallah de haber preparado una operación militar para destruir un avión en la pista 17 del aeropuerto (la que actualmente utilizan las personalidades gubernamentales). Esto no era totalmente falso, pero el objetivo eran los comandos estadounidenses, no los miembros del gobierno de facto. Creyéndose blanco de la acción, el primer ministro de facto destituyó al comandante de la seguridad del aeropuerto y anunció que iba a desmantelar la red de comunicaciones del Hezbollah, herramienta indispensable para la resistencia.

Simultáneamente, los sindicatos llamaron a una huelga general, el miércoles 7 de mayo. en demanda de un aumento del sueldo mínimo. A ellos se unieron los partidos de la Alianza Nacional, que confirieron un carácter político a la huelga al reclamar la partida de los golpistas. No se sabe cómo fue que se produjeron enfrentamientos armados entre miembros de Amal (el partido del presidente chiíta de la Asamblea Nacional) y de la Corriente del Futuro (el partido de la familia sunnita de Hariri).

Los incidentes se extendieron por la capital, durante los días 8 y 9 de mayo, después de la conferencia de prensa de Hassan Nasrallah. El ejército se retiró de los barrios del oeste de Beirut, que fueron tomados por militantes de la Alianza Nacional. Estos destruyeron las oficinas de los medios de prensa pertenecientes a la familia Hariri, sin que sus empresas de seguridad trataran de defenderlas, y llamaron después al ejército para que retomara el control de la seguridad pública. Útil precaución ya que, en virtud de la resolución 1701, la FINUL solamente puede intervenir a pedido del ejército libanés (o sea únicamente si el ejército se encuentra en dificultades).

Los enfrentamientos dejaron 18 muertos y numerosos heridos. No se trataba de un combate propiamente dicho, sino más bien de una especia de Intifada popular controlada por el Hezbollah. Durante esa acción, los sindicatos cerraron el aeropuerto y el puerto para impedir un posible desembarco de fuerzas de la OTAN. El balance de esos tres días no es ni enteramente favorable ni enteramente negativo para ninguna de las partes. Por un lado, el Hezbollah no cayó en la trampa que le habían tendido, pero metió el dedo en la maquinaria. Del otro lado, la Corriente del Futuro (familia de Hariri) se vio como lo que realmente es: un cascarón vacío.

El sábado 10 de mayo, el primer ministro de facto, Fouad Siniora, se dirigió a la nación. Conforme a lo previsto, afirmó con el mayor aplomo que siempre había apoyado la acción del Hezbollah contra el enemigo israelí (cosa que nadie recuerda), pero que no podía aceptar que ese movimiento utilice las armas de la resistencia en contra de otros libaneses. Declaró que ya no reconoce en Nabih Berri, el presidente chiíta de la Asamblea Nacional, la neutralidad necesaria para poder hacer de mediador. Y al ejército le reprochó lo contrario, criticándolo por no haber intervenido, lo cual pone fin al carácter consensual de la candidatura del jefe del Estado Mayor, Michel Sleimane. Para terminar, después de cerrar así todas las puertas, llamó a sus conciudadanos a manifestar en silencio su rechazo a la violencia el domingo a las 10 de la mañana, en todas las calles del país. Se trata, evidentemente, de una especie de contrahuelga general tendiente a crear las condiciones para reactivar los enfrentamientos y justificar la internacionalización de la crisis.

Inesperadamente, el ejército respondió inmediatamente al primer ministro de facto con una negativa a destituir al comandante de la seguridad del aeropuerto y expresando su oposición al desmantelamiento de la red de comunicaciones del Hezbollah, considerada como un arma indispensable para la defensa nacional.

Próximamente, Washington tratará de presionar al ejército para salga de su neutralidad y pida ayuda a la FINUL contra el Hezbollah. Para lograrlo se necesitará probablemente la eliminación física de ciertos oficiales recalcitrantes. Por su parte, la Alianza Nacional tratará de ahondar su ventaja sin dejarse absorber por la maquinaria.

Para ello debería hacer una pausa que le permita remodelar un escenario político en el que la familia Hariri será la gran perdedora. Michel Aoun tendría que esforzarse para realzar la actuación del componente cristiano para invalidar la retórica del enfrentamiento entre chiítas y sunnitas, desarmando así la trampa estadounidense.

El 19 de mayo se desarrollará la 19ª sesión del parlamento con vista a la elección del presidente de la República. Más que nunca, resultará imposible la obtención de una mayoría calificada.

 

La obsesión del complot islámico mundial

Red Voltaire



Lograr que la opinión pública occidental apruebe el trato que las fuerzas sionistas infligen a los palestinos y las guerras de rapiña alrededor del Golfo Pérsico requiere, ante la diversidad de situaciones y la inevitable complejidad de la realidad, el uso de técnicas de propaganda elaboradas con vistas a deshumanizar al enemigo y reducir su causa política en general al oscurantismo religioso de una minoría. Una casa productora financiada por el régimen israelí, la Aish Atora, es considerada como un verdadero laboratorio en la materia. Thierry Meyssan analiza las técnicas que dicha casa productora utiliza en su más reciente producción, Obsession: Radical Islam¹s War Against the West, un «documental» resueltamente dedicado a la promoción del «choque de civilizaciones».

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Hace un año que una misteriosa casa productora está tratando de difundir mundialmente un «documental» dedicado al «islam radical». Hasta hoy, el film ha sido objeto de numerosas proyecciones privadas, incluso en el Congreso de Estados Unidos, pero sin obtener una audiencia masiva, aparte del momento en que fue incluido en la programación de la cadena neoconservadora Fox News, a finales de octubre y principios de noviembre de 2006. Una decena de millones de personas lo vieron entonces. Se han preparado versiones subtituladas en diferentes idiomas, incluyendo el francés. Es poco probable que alguna cadena francesa proyecte este «documental», por lo menos mientras que las leyes republicanas sigan siendo respetadas, pero es posible que tenga cierto público mediante su difusión en formato DVD o mediante Internet.

Bajo el título de Obsession: Radical Islam¹s War Against the West (Obsesión: la guerra del islam extremista contra Occidente), el documental intenta demostrar en 78 minutos que el mundo musulmán contemporáneo está todavía más enfermo que la Alemania nazi y que un odio obsesivo lo posee y lo conduce inevitablemente hacia una «guerra de civilizaciones», especie de guerra civil global cuyo síntoma es el terrorismo.

Se trata, en realidad, de una hasbarah (en hebreo, obra de propaganda). En ella se recurre, de forma clásica, a la emoción, a la disimulación, la confusión y la repetición hasta suscitar una fuerte angustia incluso en el espectador más avezado.

El mensaje de este film puede resumirse de la siguiente manera: «El complot yihadista mundial es la punta de lanza del Islam que es una civilización nazi». Este eslogan concentra los principales argumentos favorables al «choque de civilizaciones», además de desarrollarlos de forma extrema. Pero también ofrece una buena oportunidad de reflexionar sobre la realidad de dichos argumentos y de hacerles frente.

En primer lugar, el film plantea la existencia de un movimiento secreto. Afirma que ese movimiento, al que define por las diversas acciones que el propio film le atribuye, se manifiesta mediante esas mismas acciones. Se trata de un razonamiento perfectamente circular. Se nutre de la yuxtaposición de imágenes similares entre sí y de comentarios de expertos. De entrada, se saca al espectador del plano de lo racional y se le sumerge en un horror repulsivo.

En una segunda etapa, el film plantea que ese movimiento secreto no es un grupúsculo sino la punta de lanza de una civilización de mil millones de hombres. Afirma que los miembros de ese movimiento son productos ejemplares de una educación de masas, que constituyen la élite de una civilización. Para ello, el film descontextualiza las imágenes haciendo abstracción de situaciones políticas específicas y de la significación cultural de determinados gestos y expresiones.

Finalmente, en un tercer tiempo, el film plantea que esa civilización es nazi. Recuerda entonces la alianza entre el gran muftí de Jerusalén, al que presenta como si fuese el representante de todos los musulmanes, y el Reich nazi. Pero descontextualiza completamente esa alianza de forma que el objetivo de esta no es ya la liberación de la Palestina británica, sino el exterminio de los judíos europeos.

1. El complot yihadista mundial

Desde los primeros minutos, el film pone al espectador ante imágenes de atentados ocurridos en diferentes partes del mundo durante los 10 últimos años. El presidente Bush declara gravemente que se trata de actos de guerra. Se muestra un planisferio con la localización geográfica de los atentados, para demostrar que lo sucedido en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 no fue un acto aislado, sino una de las tantas batallas del «islam extremista».

Paralizado ante la vista de las sangrientas imágenes, el espectador es incapaz de poner en tela juicio la afirmación según la cual todos esos crímenes tienen una causa única; lo que los sociólogos llaman clásicamente la «teoría del complot». Me resulta incómodo emplear este último concepto, del que tanto se ha abusado desde hace 6 años para estigmatizar a todo el que se atrevió, ­entre ellos yo mismo­, a plantearse interrogantes sobre la versión gubernamental de los atentados del 11 de septiembre. En todo caso, se trata, en este film, de la «teoría del complot» en el más estricto de los sentidos. Los autores mezclan, por ejemplo, el atentado cometido en 1996 en el metro Saint-Michel [En París, Francia. Nota del Traductor] (generalmente atribuido a una facción del gobierno argelino) y los atentados perpetrados en Tailandia en 2006 (cuya autoría fue reclamada por los separatistas de Patán). Para ellos, sólo hay una causa única: «el islam extremista». Para reforzar la presión, los subtítulos indican el día de la semana en que ocurrió cada uno de los atentados: el martes, los de Nueva York; el jueves, los de Madrid; también jueves, los de Londres; el viernes, el de Beslan, cuando en realidad estos hechos se desarrollaron a lo largo de una década.

Una elegante politóloga de un tanque pensante neoconservador, Caroline Glick, explica que no se debe considerar que existen diferencias entra la lucha de los palestinos y la de los iraquíes: unos y otros forman parte de la yihad global. Los subtítulos omiten indicar que la capitana Caroline Glick fue miembro del departamento de operaciones sicológicas de Tsahal y consejera del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Esta información hubiera puesto en guardia al espectador permitiéndole darse cuenta con más facilidad del móvil de su intervención: si los palestinos, y otros, participan en la Yihad global, eso quiere decir que no luchan por el respeto de sus derechos y que no hay entonces nada que negociar con ellos.

Un «periodista palestino», Khaled Abu Toameh, asegura que todo forma parte de una «campaña de yihad para derrocar a Occidente y minar los cimientos mismos de la cristiandad y del judaísmo». Las referencias religiosas mencionadas mientras que vemos cadáveres destrozados y víctimas llorosas son lo suficientemente poderosas como para paralizar toda reflexión. Uno quisiera saber, sin embargo, qué Occidente judeocristiano es éste que abarca, según nos dicen, países como Marruecos, Turquía, Rusia y Tailandia, entre otros. Uno quisiera comprender cuál puede ser el significado de expresiones como «derrocar a Occidente» o «minar los cimientos de la cristiandad». Los subtítulos omiten precisar que Khaled Abu Toameh es periodista en el diario neoconservador The Jerusalem Post.

El profesor Robert Wistricht, presidente del Sasson Center, subraya que una parte del islam «rechaza un pilar central de la civilización humana: el carácter sagrado de la vida». Aparece entonces Hassan Nasrallah, secretario general del Hezbollah, glorificando a aquellos que están muriendo en nombre de su fe. El montaje tergiversa la declaración del jeque Nasrallah: la mayoría de las religiones ­al igual que numerosas ideologías seculares­ hacen la apología del martirio (o sea, del sacrificio de sí mismo), lo cual no quiere decir que desprecien la vida, sino que le atribuyen un sentido. Los subtítulos omiten indicar que el Sasson Center es un centro de estudios del antisemitismo y que el profesor Wistricht es un consejero del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel.

El narrador precisa cuidadosamente que el film no está dirigido contra los musulmanes en su conjunto, precisión que no tiene sentido cuando se analiza la terminología utilizada: si existe un Islam extremista, tiene que ser por oposición a un Islam moderado; y si el Islam extremista se manifiesta mediante un alto grado de violencia, ­el terrorismo­, y ello implica que el Islam moderado es portador de un grado menor de violencia: el odio. Mientras vemos imágenes del peregrinaje a la Meca, el narrador se pregunta cuál es el porcentaje de musulmanes que ha pasado ya del odio al terrorismo. Respuesta: entre el 10 y el 15%, lo que representaría, según nos dicen, una cantidad de personas equivalente a la población de Estados Unidos (Aquí, la aritmética se fue al diablo: si tenemos en cuenta que hay 1 200 millones de musulmanes, el 10 o 15% son entre 120 y 180 millones de personas y Estados Unidos cuenta con 300 millones de habitantes). En cierto sentido, esto debería tranquilizarnos: el enorme poderío estadounidense no se arredra ante unos pocos grupúsculos, pero tiene que enfrentarse a un adversario a su medida.

Es la punta de lanza del islam

Después, el documental presenta la «cultura de la yihad». Los musulmanes están convencidos, erróneamente, de que Estados Unidos quiere dominar el mundo e imponerle su modo de vida. Como se creen amenazados, su respuesta es tratar de ser ellos los que dominen el mundo y le impongan su propio modo de vida: el Islam. Este razonamiento recurre a un eficaz juego de espejos en el que el espectador mide el error de los demás en función de su propia verdad.

En ese contexto, el espectador piensa de manera etnocéntrica e interpreta cada citación que le es presentada sin tener en cuenta el contexto cultural de la misma. En realidad, la yihad es el equivalente de lo que los cristianos llaman el «deber de estado». Se trata de una ascesis, o sea es a la vez algo que el creyente tiene que cumplir, allí donde se encuentre (según su estado), y que, cuando lo cumple, transforma al propio creyente. La yihad puede ser tanto el hecho de practicar la caridad hacia los pobres como el de asumir la defensa de la patria, con tal de que la acción se realice acercándose a Dios.

En el caso del espectador que vive en una sociedad de consumo, el documental le lleva a tener la impresión de que la cultura del sacrificio que permite a alguien sobrepasarse a sí mismo es une cultura hecha de nihilismo, de destrucción y de autodestrucción.

Un ex «terrorista de la OLP», Walid Shoebar, explica que la traducción correcta de la expresión «mi yihad» al alemán es Mein Kampf (alusión al libro programático de Adolf Hitler). Inmediatamente después de esta referencia al antisemitismo nazi viene un fragmento de una prédica en la que un exaltado jeque exhorta, espada en mano, a cortar cabezas de judíos, ante el clamor de los fanáticos fieles.

El espectador se estremece. Se trata de un efecto del montaje de las imágenes. En realidad, es poco probable que Walid Shoebat haya participado alguna vez en atentados de la OLP: en ese caso podría ser condenado a muerte en Estados Unidos, país donde vive libremente. Shoebat ni siquiera es musulmán, sino cristiano sionista. El jeque exaltado es un ulema filmado en una mezquita de Bagdad un mes antes de la invasión anglo-estadounidense. Y no está llamando a «matar judíos», sino a resistir con las armas en la mano frente a los invasores sionistas.

El documental se concentra en la «cultura del odio», presentando imágenes de multitudes que corean «¡Muerte a los Estados Unidos!». Luego de los atentados del 11 de septiembre, los estadounidenses se equivocaban al preguntarse por qué los árabes los odian, ya que ese odio no proviene de la actitud de los propios estadounidenses sino que se le inculca a los árabes a lo largo de su educación. Ningún elemento preciso viene a corroborar esta afirmación del documental, varios personajes intervienen para explicar que los dictadores árabes alimentan esa cultura del odio para desviar la cólera de sus pueblos. Como prueba, nos presentan un video en el que Hassan Nasrallah denuncia la responsabilidad de Estados Unidos en las desgracias que sufre el Medio Oriente. Las imágenes se encadenan con bastante rapidez para que el espectador no tenga tiempo de preguntarse qué país vive bajo la dictadura del líder de la oposición libanesa.

El odio musulmán se ilustra mediante escenas de jolgorio filmadas en Jerusalén y Karachi luego de los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, las imágenes captadas en Jerusalén el 11 de septiembre sólo presentan a una veintena de exaltados y no tienen ninguna representatividad. En cuanto a la manifestación de Karachi, la realidad es que los manifestantes no están celebrando la destrucción del World Trade Center sino protestando por el ataque contra Afganistán.

Después vienen imágenes en las que la chusma arrastra los cuerpos de varios estadounidenses muertos en emboscadas, en Irak (en 2004) y en Somalia (en 1991). Una vez más las imágenes son presentadas fuera de su contexto, como si no hubiera la menor injerencia estadounidense en esos Estados y se tratara de crímenes gratuitos.

El documental denuncia «la infiltración del islam extremista» en «Occidente». El discurso se torna aquí más sutil: el Islam es portador de valores diferentes a los de «Occidente», los musulmanes moderados podrían llegar a integrarse adoptando poco a poco los valores occidentales, mientras que los musulmanes radicales serían inasimilables y tratarían de derrocar las instituciones occidentales. Esta forma de presentar las cosas, teniendo mucho cuidado de no acusar a todos los musulmanes, busca en realidad hacerlos sospechosos a todos. Sobre todo porque éstos mantienen un discurso cuando se dirigen al público occidental y otro diferente cuando hablan entre sí. En apoyo a esta última afirmación, vemos imágenes de Yasser Arafat que lo muestran sucesivamente hablando de paz en la Casa Blanca y predicando la yihad en Palestina.
No importa que Arafat haya sido un laico. Sacadas de su contexto, sus palabras apoyan la demostración.

Imágenes de Abu Hamza al-Masri sirven para probar la presencia de fanáticos en Occidente. El célebre predicador de Finsbury Park y sus acólitos celebran los atentados del 11 de septiembre y llaman a matar a los no musulmanes. Glenn Jenvey, el agente de inteligencia que se infiltró en su grupo y que lo llevó ante los tribunales, comenta estas imágenes.
No se dice aquí que Abu Hamza está purgando una pena de prisión por incitación al odio racial y que su grupo se componía sólo de unos pocos chiflados. Por el contrario, el montaje de las imágenes nos hace pensar que Hamza sigue en actividad y que dispone de batallones de seguidores, como si representara un peligro real e inminente.

Ellos están por todas partes. Como prueba, Brigitte Gabriel, periodista en cruzada contra el pensamiento políticamente correcto que restringe la libertad de expresión, asegura que Hamas desplegó una amplia organización terrorista en Estados Unidos. La situación es aún más grave en Europa, donde la minoría musulmana está en pleno crecimiento. Esta última se sublevó en Francia, en noviembre de 2005, como expresión de su rechazo de los valores occidentales. (¡Caramba! Para conservar un poco de credibilidad, no va a quedar más remedio que cortar esta parte antes de poner el film en Francia). No nos dicen que la señora Gabriel huyó de su Líbano natal cuando se retiraron las tropas israelíes, con las cuales ella colaboraba.

Que es una civilización nazi

Imágenes de archivo muestran al canciller Hitler llamando a la destrucción de la raza judía en Europa. El historiador Sir Martin Gilbert denuncia la pasividad política ante el Reich y los acuerdos de Munich que, al tratar de preservar la paz, hicieron que la guerra fuera más larga y atroz. De la misma manera, según nos dicen, el hecho de minimizar el peligro islámico, cuando la voluntad de los yihadistas de destruir a los judíos está demostrada, es una locura que llevará a una confrontación general. El anciano Alfons Heck, ciudadano estadounidense de origen alemán, presta testimonio sobre su infancia en las filas de la Juventud Hitleriana y compara el proselitismo del que él mismo fue víctima con el de los jóvenes musulmanes. La historia se repite.

Para dar crédito a este paralelo, el montaje de las imágenes mezcla discursos antisemitas nazis con discursos antiisraelíes árabes y persas. También alterna imágenes de jóvenes combatientes árabes con imágenes de jóvenes hitlerianos. Unos y otros extienden el brazo, haciendo el saludo romano. El espectador, si no conoce la cultura mediterránea, es inducido así a confundir automáticamente esta forma de juramento solemne con el ritual nazi.

John Loftus, el fiscal que dirigió la búsqueda de criminales nazis en Estados Unidos, explica doctoralmente que la cultura musulmana considera a los judíos como no humanos y enseña que Alá exhorta a matarlos. Itamar Marcus, director de un centro de estudios sobre los medios palestinos, subraya que la propaganda musulmana se hace eco de los clichés medievales que acusan a los judíos de alimentarse con sangre de niños cristianos. Es por eso que en la serie Diáspora se presenta una escena con ese mito del sacrificio ritual como si éste último fuera parte de la ideología judía. Lo más grave no sería sin embargo la escena en sí, sino el momento en que se puso en pantalla: durante el Ramadán, momento en que se mira la televisión en familia.

Se trata de una escena repulsiva. Desgraciadamente, ello no quiere decir gran cosa ya que no sería difícil encontrar escenas comparables en numeras «series americanas» que imputan toda clase de crímenes imaginarios a los musulmanes.

El documental prosigue subrayando el prejuicio según el cual los judíos manipulan a Estados Unidos y comparándolo con la teoría del complot judío mundial desarrollada por los nazis. El choque que ocasionan las imágenes es tan fuerte que el espectador no puede darse cuenta de que el propio documental está tratando, desde el principio, de convencerle de la existencia de un imaginario complot islámico mundial.

Volviendo al paralelo histórico, varios personajes intervienen para recordar que el gran muftí de Jerusalén (quien fuera en su época el líder del nacionalismo musulmán) se alió con Adolf Hitler en 1941 para exterminar a los judíos y que creó una división SS musulmana.

De nuevo, las imágenes son convincentes, pero lo son porque no mencionan la complejidad del período histórico al que se refieren y parten de la errónea suposición según la cual la «cuestión judía» fue el centro de la Segunda Guerra mundial. El reproche que el documental hace a los palestinos podría aplicarse también a todos los pueblos colonizados del Imperio británico que trataron de unirse al Reich con la esperanza de obtener su propia libertad. Así sucedió en el caso de la India, el Mahatma Gandhi no pudo ir a Alemania, pero le escribió a Adolf Hitler pidiéndole ayuda, mientras que Chandra Bose creó una división SS hindú. O sea, nada de esto tiene que ver con el antisemitismo nazi, pero las secuencias anteriores tratan de hacer creer lo contrario.

Vienen después imágenes de profanaciones de sinagogas cometidas por los nazis, de profanaciones de iglesias en Bosnia, en Nigeria y en Irak, y de la profanación de un templo hindú en Indonesia, atribuidas todas a los musulmanes. Incluso se ve la quema de una cruz en público, en Londres. ¿Qué quieren entonces? John Loftus responde: «Es muy simple. Quieren matar a los judíos, derrocar la democracia y destruir la civilización occidental».

El documental termina con un mensaje de esperanza acompañado de una música reconfortante después de tan duras imágenes. Al igual que Roosevelt cuando dirigió la guerra contra los nazis, Estados Unidos tiene que cerrarle hoy el paso al fascislamismo con el apoyo de los musulmanes moderados. Ante el Mal, la peor que se puede hacer es no hacer nada. The End.

Los productores

Obsession: Radical Islam¹s War Against the West fue producido por Aish HaTorah, una yeshiva (escuela talmúdica), generosamente financiada por las autoridades israelíes. Esta organización dispone de una asociación de relaciones públicas, la Hasbara Fellowship, que se dio a conocer recientemente al organizar campañas de protesta contra el ex presidente estadounidense James Carter, cuando éste último calificó el trato que reciben los palestinos de apartheid. También dispone de una asociación de monitoreo y de producción audiovisual, Honest Reporting, que dice contar con 140 000 miembros en Israel. El conjunto se encuentra bajo la dirección del rabino Ephraim Shore, y de su segundo, Yarden Frankl, un cabildero del AIPAC.







Líbano como nuevo objetivo
Los neoconservadores y la política del «caos constructor»

Washington y Tel Aviv se regocijan por las operaciones militares en marcha en el Medio Oriente. Según declaraciones de Condoleezza Rice, el dolor del Líbano es causado por las «contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente». Los teóricos del «caos constructor» estiman que tiene que correr la sangre para lograr imponer un nuevo orden en una región rica en hidrocarburos. Planificada desde hace mucho, la ofensiva del ejército israelí contra el Líbano está siendo supervisada desde el Departamento de Defensa de Estados Unidos.




El término de «Gran Medio Oriente» es una frase que fue utilizada por George W. Bush para designar un control geopolítico de un vasto territorio horizontal, que va desde Marruecos hasta Afganistán.


Durante su encuentro del 21 de julio de 2006 con la prensa en el Departamento de Estado, Condoleezza Rice fue interrogada sobre las iniciativas que esperaba impulsar para restablecer la paz en el Líbano. Esta fue su respuesta: «No veo el interés en recurrir a la diplomacia si es para volver al status quo anterior entre Israel y el Líbano. Pienso que sería un error. Lo que estamos viendo es, de cierta manera, el comienzo de las contracciones del nacimiento de un nuevo Medio Oriente y tenemos que estar seguros de que todo lo que hagamos vaya en el sentido del nuevo Medio Oriente, no hacia el regreso al anterior» [1].

Visto desde Washington, lo que sucede actualmente en el Líbano no tiene nada que ver con el rescate de los soldados capturados por Hezbollah. En realidad se trata de la aplicación de la teoría, elaborada durante largo tiempo, del «caos constructor». Según los adeptos del filósofo Leo Strauss, cuya rama mediática es conocida bajo la denominación de «neoconservadores», el verdadero poder no se ejerce en una situación de inmovilidad sino, por el contrario, mediante la destrucción de toda forma de resistencia. Sólo arrojando las masas al caos pueden aspirar las élites a la estabilidad de su propia posición.

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Léo Strauss

Los adeptos de Leo Strauss estiman también que únicamente en medio de esta violencia los intereses imperiales de Estados Unidos se confunden con los del Estado judío.

La voluntad israelí de desmantelar el Líbano, de crear allí un mini-Estado cristiano y de anexarse una parte del territorio libanés no es nueva. Ya fue enunciada, en 1957, por David Ben Gurion en una célebre carta publicada como documento anexo a sus memorias [2]. Lo más importante es que fue insertada en un amplio proyecto de colonización del Medio Oriente redactado en 1996 bajo el siguiente título: Una ruptura limpia: nueva estrategia para garantizar la seguridad del reino [de Israel] [3]. El documento estipulaba:
- la anulación de los acuerdos de paz de Oslo
- la eliminación de Yaser Arafat
- la anexión de los territorios palestinos
- el derrocamiento de Sadam Husein en Irak para desestabilizar en cadena a Siria y el Líbano
- el desmembramiento de Irak y la creación de un Estado palestino en territorio iraquí
- la utilización de Israel como base complementaria del programa estadounidense de guerra de las galaxias.
Este documento sirvió de inspiración al discurso pronunciado al día siguiente por Benjamin Netanyahu ante el Congreso estadounidense [4]. En él encontramos todos los ingredientes de la situación actual: amenazas contra Irán, Siria y el Hezbollah y, para rematar, el reclamo de anexión del este de Jerusalén.

Ese punto de vista es similar al de la administración estadounidense. El control de las zonas ricas en hidrocarburos que Zbignew Brzezinki y Bernard Lewis llamaban «el arco crítico», o sea el arco que va del Golfo de Guinea al Mar Caspio pasando por el Golfo Pérsico, supone una redefinición de fronteras, de Estados y de regímenes políticos, en otras palabras: una «remodelación del Gran Medio Oriente», según la fórmula empleada por George W. Bush.
Ese es el nuevo Medio Oriente del que Condoleezza Rice pretende ser la comadrona mirándolo nacer en medio del dolor.

La idea es sencilla: reemplazar los Estados heredados del derrumbe del Imperio Otomano por entidades más pequeñas de carácter monoétnico y neutralizar esos mini-Estados lanzándolos constantemente unos con otros. Dicho de otra forma, se trata de volver a los acuerdos a los que llegaron en secreto, en 1916, el imperio francés y el británico (los llamados Acuerdos Sykes-Picot [5]) y de consagrar el dominio total de los anglosajones sobre la región. Pero, para establecer nuevos Estados lo primero es destruir los que ya existen. Y eso es lo que la administración Bush y sus aliados están haciendo desde hace cinco años con entusiasmo digno de un aprendiz de mago. Si no están convencidos, veamos los resultados:
- A la Palestina ocupada se le amputó el 7% de su territorio; la franja de Gaza y Cisjordania están separadas físicamente por la construcción de un muro; la Autoridad Nacional Palestina fue reducida a ruinas y sus ministros y diputados han sido secuestrados y encarcelados.
- La ONU conminó al Líbano a desarmarse expulsando a las fuerzas sirias y disolviendo el Hezbollah; el antiguo primer ministro Rafic Hariri fue asesinado y con él desapareció la influencia de Francia; la infraestructura económica del país fue devastada; más de 500 000 nuevos refugiados vagan por la región.
- En Irak, la dictadura de Sadam Husein fue reemplazada por un régimen todavía más cruel que deja más de 3 000 muertos al mes; sumido en la anarquía, el país está listo para su desmembramiento en tres entidades separadas.
- El seudoemirato talibán fue reemplazado por una seudodemocracia que sigue imponiendo la interpretación más oscurantista de la sharia, a la que se agregó como nuevo elemento el cultivo de la adormidera. De hecho, Afganistán ya se encuentra dividido entre los llamados «señores de la guerra» y los combates se generalizan. El gobierno central renunció a imponer su autoridad, incluso en la capital.

En Washington, los discípulos de Leo Strauss, cada vez más impacientes, sueñan con extender el caos a Sudán, Siria e Irán. Para ese período de transición no se habla ni siquiera de «democracia de mercado» sino únicamente de sangre y lágrimas.

Jacques Chirac, que tenía la intención de intervenir en el Líbano para defender los últimos intereses de Francia en ese país y que envió allí a su primer ministro Dominique de Villepin, tuvo que despertar de su sueño. Durante la cumbre del G8, en San Petersburgo, George W. Bush le prohibió hacerlo diciéndole que no se trataba de una operación israelí que goza del apoyo de Estados Unidos sino de una operación estadounidense ejecutada por Israel.
Después de eso, a Dominique de Villepin no le quedó más remedio que limitarse a servirles a sus interlocutores de Beirut unas cuantas declaraciones verbales y expresar su impotencia.

Para ser más precisos aún, el plan de destrucción del Líbano fue sometido por el ejército israelí a la administración Bush hace ya poco más de un año, como reveló el San Francisco Chronicle [6]. Ese plan fue objeto de discusiones políticas, el 17 y el 18 de junio de 2006 en Beaver Creek, durante el Foro Mundial que el American Enterprise Institute organiza todos los años. Benjamin Netanyahu y Dick Cheney lo discutieron ampliamente junto a Richard Perle y Nathan Sharansky. La Casa Blanca le dio luz verde en los días subsiguientes.
Las operaciones militares del ejército israelí son supervisadas por el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Este último determina los aspectos estratégicos esenciales y escoge los blancos. El papel principal lo desempeña el general Bantz Craddock como comandante del South Command. Craddock es un especialista en movimiento de fuerzas blindadas, como lo demostró durante la operación Tormenta del Desierto y sobre todo como comandante de las fuerzas terrestres de la OTAN en Kosovo. Es un hombre de confianza de Donald Rumsfeld, cuyo estado mayor personal dirigió y por orden de quien desarrolló el campo de concentración de Guantánamo. En noviembre próximo, el general Craddock será nombrado comandante del European Command de la OTAN, cargo que le permitirá dirigir la fuerza de interposición que la OTAN podría desplegar en el sur del Líbano, además de las fuerzas de la OTAN que ya se encuentran en Afganistán y Sudán.

Los generales israelíes y estadounidenses se conocen mutuamente, desde hace una treintena de años, gracias a los intercambios que organiza entre ellos el Instituto Judío para los Asuntos de Seguridad Nacional (Jewish Institute for National Security Affairs - JINSA), asociación que impone a sus cuadros la participación en seminarios de estudio sobre el pensamiento de Leo Strauss.





«Nuevos» videos del atentado del Pentagono

«Diversos estudios de opinión demuestran que más de la mitad de los neoyorquinos, más de la tercera parte de los alemanes y más de las cuatro quintas partes de los árabes y latinoamericanos rechazan la “teoría del complot islámico” y consideran que el gobierno de los Estados Unidos está implicado, al menos pasivamente, en los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Es un punto de vista que se extiende cada vez más. En noviembre de 2005, la Red Voltaire organizó una conferencia internacional –Axis for Peace– ampliamente difundida por las televisoras independientes de América Latina, en el mundo árabe y el mundo eslavo. Numerosas personalidades denunciaron allí la responsabilidad directa del poder estadounidense en la organización de los atentados. En los Estados Unidos, el millonario Jimmy Walter difundió más de 200 000 DVD que refutan la versión oficial y en vano ofreció un millón de dólares a quien explicara científicamente la versión oficial del derrumbe del World Trade Center. Varios cientos de sitios web han sido dedicados al tema, sin hablar de las últimas repercusiones que el mismo ha tenido: en los últimos días, el presidente Ahmadineyad expresó su escepticismo en una carta abierta al presidente Bush, mientras el Parlamento venezolano se prepara para crear una comisión investigadora sobre los hechos.

En este contexto, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos ha hecho pública la versión integral del video grabado por las cámaras de vigilancia instaladas en el parqueo del Pentágono, secuencia que no aporta ningún elemento nuevo con relación a las fotografías ya publicadas extraídas de los mismos. Cualquier persona puede verificar que ningún Boeing 757-200 se estrelló en el Pentágono. Como expliqué en Le Pentagate, y como lo confirma este video, el atentado fue cometido mediante una aeronave de un solo motor y de muy pequeño porte que no se estrelló sobre el edificio, sino que lo perforó y provocó una breve y violenta explosión. Todos los elementos corresponden a un misil, no a un avión comercial.

Es deber de todos aclarar lo relacionado con estos atentados en nombre de los cuales la Patriot Act ha suspendido numerosas garantías constitucionales, se ha instaurado un régimen antidemocrático y se ha iniciado la conquistas de los campos petroleros del Medio Oriente.»

 

 

 

 
 

 

 
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